La Forma Económica de Pensar

La Forma Económica de Pensar

Tener cultura económica es tener criterio económico para tomar decisiones

Al reconocer los principios generales del comportamiento económico, las personas podemos desarrollar una manera de entender la economía. Los siguientes principios representan lo que llamamos la “Forma Económica de Pensar”.

1. Los recursos son escasos, pero los deseos y las necesidades son ilimitados, por lo que las personas deben elegir. La consecuencia lógica de esta condición es que NO PUEDES TENERLO TODO EN LA VIDA. Reconocer lo anterior NO implica no poder tener más en el futuro, pero sí una llamada de atención para tomar buenas decisiones y así acrecentar nuestras posibilidades.

2. Las decisiones conllevan costos de oportunidad. Esto significa que, debido a la escasez, debemos elegir unas cosas y rechazar otras. Por ejemplo, si voy al cine, no puedo estar en la escuela, por lo que ir al cine no solo cuesta el boleto y el transporte, sino que también hay que pagar el costo de oportunidad de no poder hacer otras cosas.

3. La gente responde de manera PREDECIBLE a los incentivos. Es razonable pensar que cuando las personas percibimos más beneficios que costos, nos inclinamos a tomar ciertas decisiones. Se dice, por lo tanto, que si los incentivos se inclinan a que ganemos más con ciertas acciones de lo que nos cuesta, entonces no es sorprendente que las personas actuemos en un sentido y no en otro, en gran medida alentados por los incentivos que enfrentamos. Por el contrario, si los incentivos están inclinados para que las personas pierdan más de lo que ganan con ciertas acciones, entonces es razonable que las personas no estemos inclinados a decidir de cierta manera. En términos coloquiales, se habla de “zanahorias” y “garrotes”, como los incentivos positivos o negativos para hacer algo, respectivamente. Si la “zanahoria” es más grande que el “garrotazo” de una decisión, entonces las personas perseguirán acciones que los recompensen con más zanahorias que garrotes. Pero si el “garrotazo” de una decisión es mayor que las zanahorias que se perciben, entonces es predecible que las personas no tomen esa decisión.

4. Las instituciones (formales e informales) establecen las “reglas del juego” que incentivan nuestras decisiones. Normas, leyes, empresas, gobierno, sindicatos, costumbres o creencias, imponen incentivos y límites a nuestras decisiones y, por lo tanto, a nuestro desempeño económico. Aunque la educación es crucial para el desarrollo de un entorno propicio para el bienestar personal y colectiva, las “reglas del juego” que nos imponen las leyes y otras instituciones pueden promover o inhibir decisiones que generen bienestar. ¿Por qué ese ciudadano “irresponsable” o “mal educado” tira basura del lado mexicano, pero una vez “del otro lado” se comporta como un “caballero”? ¿Hasta qué punto son las instituciones más o menos responsables de promover las decisiones que hoy vemos a nuestro alrededor? Si las instituciones establecen recompensas y castigos y las personas responden de manera predecible a ellos, entonces un buen arreglo institucional es esencial para generar bienestar.

5. El intercambio libre y voluntario eleva el bienestar de la sociedad. La economía representa el espacio donde todos (familias, empresas y gobierno) intercambiamos unas cosas por otras. Pero es a partir de la libertad de ofrecer lo que la gente quiere, sin que la voluntad de uno se imponga sobre el otro, que el bienestar de todos puede mejorar. El buen funcionamiento de los mercados, por tanto, es fundamental para que la economía genere bienestar. No es el mercado el responsable de los abusos que se producen en la economía, sino personas específicas que a veces pueden establecer condiciones que beneficien al otro. En estos casos, el gobierno está obligado para intervenir en el mercado, principalmente para promover la libertad y evitar el establecimiento de poderes monopólicos sobre los consumidores. El mercado, por definición, es aquel espacio donde oferentes y demandantes concurren libre y voluntariamente a intercambiar sus propiedades. Por ejemplo, al comprar pan, el comprador cambia SU dinero por el producto o servicio del vendedor. Si el comprador ejerce su libertad para pagar voluntariamente $25, y el vendedor acepta ese dinero a cambio del pan, AMBOS GANAN. El comprador obtiene un bien que le sirve y que muy probablemente le costaría más de $ 25 poder hacerlo con sus propias manos, mientras que el vendedor también gana, porque al especializarse en hornear, puede producir pan a un costo menor y ganar más. venderlo por $25. Si el comprador ejerce su libertad para pagar voluntariamente $ 25, y el vendedor acepta ese dinero a cambio del pan, AMBOS GANAN.